EN LA LECHERÍA, LO MEJOR AÚN NO ESTÁ POR VENIR

Los tambos terminan el año perdiendo plata y para 2019 las proyecciones también muestran números rojos para el sector

Desde la Secretaría de Agroindustria de la Nación aseguran que el cierre de tambos, a un ritmo de casi dos por día en los primeros nueve meses del año, tiene relación con la falta de continuidad del proyecto dentro de la familia.

Si bien esa puede ser una de las causas, similar a la que ocurre en otras partes del mundo, desde el sector productivo advierten que de ninguna manera es la principal razón por la que entre enero y septiembre desaparecieron del país 600 establecimientos. La falta de rentabilidad es la que obliga al productor lechero a vender las vacas y a cerrar las salas de ordeñe. Las inundaciones del otoño pasado y la devaluación fueron determinantes para que los tambos perdieran y sigan perdiendo plata.

Los modelos de intensificación, que ganaron terreno en los últimos años, son los que más sufrieron el impacto por la disminución del valor relativo de la leche. La suba del maíz, que copió en un ciento por ciento la devaluación, hizo que los números de la producción de materia prima se tiñeran de rojo.

A pérdida

Con la liquidación de noviembre, es posible que algunos productores hayan recibido un pago de hasta nueve pesos por cada litro de leche entregado. Es el equivale al valor de 1,63 kilos de maíz. Una situación algo mejor que en agosto, cuando el poder de compra de la leche servía para adquirir 1,50 kilos del cereal, pero lejos de aliviar el quebranto acumulado durante el año. A falta de financiamiento, la subsistencia estuvo marcada por la descapitalización y la reducción de la actividad.

Este año, un tambo ubicado en la zona de Ballesteros, con 600 vacas en ordeñe bajo un sistema estabulado y que produce 12.600 litros de leche por hectárea, perderá alrededor de nueve millones de pesos.

Para el año próximo, su escenario no será mucho mejor; su propietario proyecta un valor de la leche entre 12 y 13 pesos el litro, con un costo de producción que rondará 13,30 pesos. “Hay que pensar el tambo dentro de un sistema de complementariedad con la agricultura y la producción de carne; de lo contrario, hay que cerrarlo”, asegura el productor.

Sólo con las vacas, que tienen costos dolarizados pero generan ingresos en pesos, la actividad parece inviable. Su futuro, al menos en la actual coyuntura, depende de un sistema que las pueda tener como una unidad productiva más, dentro de un sistema que también albergue a la agricultura y a la producción de carne. Algunos analistas se atreven a pronosticar que el próximo año se podría perder 20 por ciento de los tambos. Los más vulnerables serían los menos eficientes.

Usinas intermitentes

La industria tampoco la pasa bien. Salvo algunas usinas extranjeras con filiales en el país, que compran leche, elaboran productos y exportan para darle valor agregado, el resto busca adecuarse a un mercado interno frío y sin poder de compra.

La reconversión que encararon La Serenísima y, en mayor medida y obligada por su crisis extrema, Sancor también se refleja en otras empresas del sector. Muchas achicaron su estructura y eso favoreció a la competencia. La leche que algunas dejaron de recibir fue receptada por otras, pero todo dentro de un escenario de subsistencia y de márgenes que, en el mejor de los casos, están muy acotados.

El clima del verano será determinante para la confección de reservas para el resto del año. Pero no sólo alcanzará con el buen tiempo; también será necesario disponer de fondos para llevar a cabo esa inversión. Y el dinero es el insumo que más escasea en el sector tambero.

Por Alejandro Rollán Fuente Agrovoz