Renta Agrícola: Santa Fe, el socio más caro

La provincia es la que más presión impositiva tiene sobre la actividad agrícolas, tomando el conjunto de impuestos que paga la actividad a todos los niveles. El indicador nacional cierra el año con una baja intermensual, pero más alto que un año atrás

La medición de diciembre de 2017 del índice FADA, marca una participación de los impuestos sobre la renta agrícola del 66,2% para el promedio ponderado de los cultivos de soja, maíz, trigo y girasol. Es decir, que de cada $100 de renta (después de costos) que genera una hectárea agrícola, $66,20 se lo llevan los distintos niveles de gobierno. En la medición anterior, correspondiente a septiembre, fue de 71,1%, mientras que hace un año, en diciembre de 2016, fue de 63%.

En el caso de Santa Fe el índice es de 67.4%, el más alto de las provincias comparadas. Al igual que Córdoba, en la provincia no se pagan Ingresos Brutos, pero si existen las tasas municipales como en el caso de Buenos Aires. El valor promedio del impuesto inmobiliario rural santafesino es de $528, el más alto de las provincias comparadas. Aunque, con altas disparidades regionales, los campos del sur provincial pueden pagar decenas de veces lo que pagan algunos del norte. Esta disparidad es importante aun considerando la capacidad productiva y la diferencia en el precio de la tierra. En cuanto a las tasas municipales, se estimaron en un promedio de $134 por hectárea. En la mayoría de los casos estas tasas están expresadas en litros de gasoil.

En diciembre, con respecto a septiembre, hay un elemento en particular que generó la baja del índice. Este es el precio disponible en dólares de los cultivos analizados. Con respecto a septiembre, la soja, el trigo y el girasol aumentaron entre 15% y 19%, mientras que el maíz aumentó un 3%. Estos aumentos de precios se combinaron con un dólar que en tres meses no aumentó nada, en la medición de septiembre se registró un dólar de $17,50 y en esta edición se registró el mismo valor.

Vale aclarar que si se observa el valor FOB, el único que aumentó fue el maíz, mientras que los otros cultivos se encuentran entre un 1% y un 9% por debajo.

En paralelo, si bien la inflación en el periodo de tres meses fue de 4,9%, los precios del agro prácticamente no se vieron afectados. Los de los insumos por estar nominados, principalmente, en dólares. Las labores, en particular la siembra, ya estaba pactada con anterioridad, por lo que no todos los contratistas han podido ajustar sus precios con respecto a septiembre. Los fletes, también, se siguen pactando a los precios anteriores debido a que, por la estacionalidad del negocio, es un periodo con una demanda débil de camiones.

Con respecto a la reciente suba del 6% en el gasoil, se espera que recién el índice FADA de marzo capte el efecto en los costos. La razón está en que, por lo dicho en el párrafo anterior, los contratistas y transportistas están absorbiendo el costo extra del combustible. Al menos, así se espera que sea hasta comienzos de 2018 cuando se fijen precios para la cosecha y su transporte.

En el caso de que el productor o la empresa agropecuaria tengan máquinas propias y/o camiones propios, a los costos extra lo están absorbiendo ellos mismos. CRA estimó recientemente, que el costo del incremento para el sector agropecuario rondará los $2.100 millones. Así, el incremento de los ingresos por encima de los costos hizo que mejorara la renta y bajara el indicador. Por esta razón, el indicador bajó de 71,1% a 66,2%.

Sin embargo, el efecto inverso se verifica si la comparación se hace con respecto a diciembre de 2016. Con respecto a ese momento, el maíz disponible bajó un 12%, soja y girasol apenas subieron entre 1% y 2%, mientras que el trigo aumentó un 13,5% (con los valores FOB el único que aumentó fue el trigo con un 5%).

Por el lado del tipo de cambio, aumentó un 9,7% en los últimos 12 meses. Mientras que se estima que la inflación cerrará el año con un 23% de incremento, los fletes cierran el año con un incremento cercano al 24% y las labores agrícolas cerca de un 30%.

Esta es la definición de atraso cambiario, cuando los costos suben por encima del tipo de cambio. Así, se tienen los mismos precios disponibles, con un dólar un 9,7% mayor, pero con costos 16% mayores. Esta relación es la que explica que el indicador haya cerrado el 2016 con un 63% y cierre el 2017 con un 66,2%.

Fuente: Campolitoral