No sirve llorar sobre leche derramada

lecheríaNada es tan simple como parece en la industria lechera

Nada es tan simple como parece en la industria lechera. Los que la observan desde afuera no pueden entender dónde queda la rentabilidad. Hace años que los tambos pierden plata por su operación. Hace lustros que las grandes compañías lecheras no logran recompensar razonablemente a sus accionistas por el uso del capital. Como siempre, la explicación tiene muchas aristas, y no vamos a agotar el tema. Pero al menos pondremos sobre la mesa los principales factores a considerar.

El clima es el primer punto a tener en cuenta. Las inundaciones récord de este año en la cuenca lechera no sólo produjeron la mortandad de animales, sino que también afectaron la producción de leche cuando los vientres “se secaron” ante la avanzada del agua. Más allá del caso puntual de las inundaciones, la lechería está a merced de los factores climáticos de manera constante y es muy complicado, si no imposible, mitigar este riesgo.

Un segundo punto a considerar es el costo argentino. No vamos a desarrollar este tema en profundidad, pero podemos tomar como muestra dos botones: un alto costo laboral “administrado” por los sindicatos y una fuerte incidencia de impuestos a lo largo de toda la cadena productiva. De este modo, los costos de producción han estado subiendo por el ascensor mientras que los precios al productor han subido por escalera, si es que algo subieron.

Como tercer punto no hay que perder de vista ineficiencias propias que cada uno de los jugadores de la industria arrastran a través del tiempo. Las condiciones macroeconómicas han llevado a demorar las inversiones y, en general, las reestructuraciones masivas de costos han sido más la excepción que la regla.

Promediando el racconto, el cuarto desafío del sector es gestionar un exceso de oferta en el mercado doméstico que oscila entre el 5% piso durante el año a un 25% de pico en la primavera. La exportación de la producción se canaliza a un mercado que es muy volátil y errático, con una altísima incidencia del flete, y con jugadores internacionales que han visto sus costos en dólares estables o decrecientes en el tiempo (Nueva Zelanda, por ejemplo).

La quinta pata de la discordia es una demanda cambiante. Es un mito que con la leche sólo se hace manteca o queso fresco. Los quesos crema, los yogures, los postres, los helados industriales y la leche en polvo de exportación (que es leche entera) son todos ejemplos de subproductos que consumen grasa animal. Aquí no hay magia y así podemos explicar algunos faltantes de mercadería que se dieron en las últimas semanas: a mayor producción de estos derivados, menor grasa disponible para hacer manteca.

No debemos olvidarnos tampoco de los jugadores que intervienen en la comercialización de la producción. Almacenes, supermercados e hipermercados usan su poder de negociación para “morder” una parte del negocio, pero también saben que no pueden quitar los productos de las góndolas. Aprietan pero no ahorcan. Saben que son ítems ancla que los consumidores entran a buscar en sus tiendas, donde pueden verse tentados con otras compras menos necesarias.

Como podrá verse, a los participantes de esta industria no les falta entretenimiento. La situación es realmente compleja. Hay desafíos comunes a otros sectores, y otros que le son propios. Lo pasado debemos dejarlo atrás y mirar hacia adelante, trabajando para que a futuro se alineen mejor los astros en esta Vía Láctea.

Miguel Zielonka -Director asociado en Econviews